El Palacio de Bellas Artes

Asistir al Palacio de Bellas Artes, nos permite remontarnos a los días en que este lugar hacía eco de las oraciones de las monjas del convento de Santa Isabel que el siglo XIX desterró para cumplir con la misión mundana de habitar y fabricar ropajes. Pero ello no bastó, pues la vida burguesa beneficiada con la Paz porfiriana necesitó de nuevos espacios para el entretenimiento. Es por ello que se proyecta un nuevo Teatro Nacional, que situado al frente de la Alameda, daría esplendor moderno a esa Ciudad de los Palacios. El ímpetu revolucionario retomó aquel proyecto para acondicionarlo a los nuevos tiempos, inaugurándose con geométrico interior el año de 1934. Al convertirse en la Sede del Instituto Nacional de Bellas Artes, amplía y retoma sus funciones originales como centro cultural y social de gran importancia.
El 1 de octubre de 1904 el arquitecto italiano Adamo Boari comenzó la construcción del Teatro Nacional, que se convertiría en el Palacio de Bellas Artes. La obra se debería haber terminado en cuatro años, pero se demoró por varias causas, entre ellas hundimientos, pues el edificio tiene una estructura de acero, con muros de concreto y recubrimientos de mármol que lo hacen tener un gran peso. Otra causa fue el estallido de la guerra armada de la Revolución Mexicana en 1910.
Boari dejó México en 1916. A lo largo de los siguientes tres lustros se efectuaron algunos trabajos de poca importancia, hasta que se reinician las obras en 1932, bajo la dirección del arquitecto mexicano Federico Mariscal, antiguo discípulo de Boari y quien concluyó totalmente el Palacio en marzo de 1934, inaugurándose el 29 de septiembre de ese año.
El Palacio de Bellas Artes conforma una joya cultural de México no sólo por su proyecto arquitectónico, sino por todos los elementos de invaluable valor artístico que lo conforman, tales como: los grupos escultóricos dedicados a las artes y a la cultura mexicana en sus superficies exteriores; o en su interior por el vitral dedicado a Apolo y las 7 musas, la cortina de cristal de 22 toneladas que se levanta suavemente en cada función y los murales que resguarda, testimonio artístico del talento y el pensamiento de Rivera, Orozco, Siqueiros, Tamayo, González Camarena, Montenegro y Rodríguez Lozano. Estos son sólo algunos de estos elementos.
En la actualidad, este recinto es objeto de un mantenimiento permanente para conservarlo en óptimas condiciones, siempre con fidelidad a sus formas y calidad originales.
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Laura Gutiérrez -